Entrar al Show de Miki Maka es como recibir un fuerte abrazo de cariño y buen rollo. Desde que comienza el show, con temas que te dan la bienvenida, hasta la despedida, con temas que te invitan a salir canturreando la grandeza que provoca el escenario, uno se ve enganchado por la energía y el sentido del humor de Miki Maka.
Lanza verdades como puños, nos hace viajar a los 80’s y los 90’s. O nos descubre, con enormes sketchs, los problemas de comunicación del consumidor medio.
La televisión, la música y lo que nos une en nuestra idiosincrasia forman una parte importante del show. Desde su particular prisma no da tregua al aplauso, a la risa. El público no para de reír y ya está aplaudiendo por otra cosa. Su compañero de andanzas, Charlie Beluga, le da réplica, soporte y apoyo. Miki se mueve, se para, hace el ganso. Una auténtica demostración de lo que debe ser un espectáculo.
Uno lo ve dominando la escena y a la vez disfrutando con lo que hace. Tiene ese puntillo de locura que hace que todos vibremos con un show vivo, físico, movido.
Miki Maka tiene el corazón en el estómago y desde allí te va soltando todo lo que quieres oír y más.
Miki suda la camiseta, la empapa. A la salida, todos se llevan su «hasta luego», su «gracias». Yo le doy un abrazo y noto el frío del que se ha vaciado esta sesión, como todas, dándole al público más de lo que esperaba. Dejándolos pensando, recordando en su vuelta a casa; con ese regusto que te deja una experiencia que merece la pena, de esas que no te arrepientes haber decidido vivir.
Hoy Miki Maka está en la Gran Vía madrileña, en el Teatro Arlequín.