Toparse con este cómico de pasado sorprendente es toparse con una mueca de sonrisa y una mirada de “chaval, lo que se me acaba de ocurrir”.
Sí, Juan Carlos Córdoba tiene el humor en el coco. Tiene coco, vaya. Destroza cualquier estadística de frases bien enredadas, la mayoría con dos capas de grasa urbana y filosofía aconfesional.
Escribió hace unos años ya, no muchos, en 2008, una novela: “Ni pies ni cabeza”, donde describía y descubría algo de su etapa viviente anterior. Sí, la que le llevó a realizar un ajuste de cuentas muy particular: entre cachondo y melancólico, amargo y directo, visceral y sentido. Una historia con final feliz y sabor agridulce. Quizá una historia necesaria para exorcismos varios. Y además, una historia la mar de entretenida.
Sí, su historia. La misma que nos cuenta cada noche que se sube y quita el pie del micro, como Juanito Oiarzábal el suyo (él lo cuenta mejor). La historia del que no renuncia a pasarlo bien en esta vida y que está en estado de gracia. La misma que le tiene que hacer a su tocayo Juancar que le tenga debajo de la almohada.
El proceso en Paramount Comedy es un proceso complejo que tiene muchas aristas. La gente que disfruta de un monólogo por el canal de televisión o en directo en la sala solo ve, y así debe ser, el resultado final. Pero detrás hay mucho curro, de mucha gente.
Córdoba es capaz, ante toda esta red de redes que se tejen durante una grabación, de salir al escenario, soltar su texto, que la peña ría y aplauda y conecte al segundo y encima permitirse el lujo de hacer referencia a los textos de sus compañeros de tablas ese día. Ir y volver, salirse y regresar, reforzado, inmenso, con la sala entregada, uhalaaa!
Una lección de comedia para muchos, una razón más para odiarle de otros.
Este es Juan Carlos Córdoba. Cuando te lo topes tendrá una mueca de sonrisa y una mirada de “chaval, lo que se me acaba de ocurrir”. Lo mismo es un chiste sobre ti. Es así. Uhalaaa chaval!