Conocí a Hovik hace tres semanas. Me dio un abrazo y supe que era mi amigo. Esas cosas se sienten o no se sienten.
Hoy Hovik ha triunfado en la Joy Eslava de Madrid.
Bajo las cámaras y la producción de la Paramount Comedy, que graba el producto para su emisión, Hovik se ha salido del mapa.
Era un día especial, no era un bolo más. Hovik lo sabía. Estaba nervioso. Tenía que salir bien.
Hovik salió al escenario, cogió el micrófono como cualquiera de nosotros cogería un mechero y escupió fuego.
Su comienzo es radical; capaz de asustar al mismísimo Lenny. La peña se queda tan flipada que el señor de las risas bestias no puede sino decir: «¡Vaya cara que se os ha quedado!».
A partir de ahí el ritmo, la fuerza, la intensidad, los juegos dialécticos y la vida llena de vísceras. Hovik te obliga a reírte.
La gente no aplaude por solidaridad, como eco de cuatro «plas» que escuchó en el fondo o en las primeras filas. No hace falta «clá», no hace falta buena disposición. No.
La gente se expresa aplaudiendo. Se ríe como liberación. Se emociona sin disimulo. Se desinhibe.
Hovik pasa de un bloque a otro y siempre acaba en alto, muy alto. Luego pausa. Susurro al micro, reflexión poética, reflexión vital, reflexión sórdida. El espejo que refleja todas las neuronas que escondemos en nuestro ser.
La gente le cree. Le proclama profeta de sus propias vidas. Le aclama.
Entonces su cuerpo de mítico guerrero dobla las rodillas. Hovik cae y calla tras decapitar al dragón de la indiferencia.
Y la gente vuelve a aplaudir. Hovik lo espera. El show funciona y la gente suele aplaudir. Pero algo falla. Algo no funciona como siempre.
La gente sigue aplaudiendo y Hovik, con las rótulas tocando todavía el piso, abre los ojos.
Sí, Hovik, la peña se ha levantado de los asientos. Silba, jalea y choca sus palmas de pie. Desatados, eufóricos, rindiéndose ante el cruzado del humor. Ese cómico que coge su Excalibur y coge el camino de en medio. Que construye y remata a ritmo de comba. Que mira y cala. Que suda la energía y te la da. Para tí.
Sí. Hoy era un día especial. Hoy la adrenalina no dejará dormir. Hoy el noble se acordó de mí. Y me llamó a lo lejos. Me dio otro abrazo. Me dijo cosas que me ayudaron.
Hoy hace tres semanas que este pedazo de artista me dio un abrazo y supe que era mi amigo.